ANÁLISIS - OPINIÓN
La decisión del PP de romper negociaciones con el Gobierno para la renovación del Poder Judicial es una estrategia calculada en el más puro estilo filibustero y trumpista
José Antequera - Diario 16 28 de octubre de 2022
Sánchez y Feijóo en una imagen de archivo.
Dice el ministro Bolaños que Feijóo ha demostrado que no tiene autonomía para negociar la renovación del Poder Judicial, dando a entender que está atado de pies y manos por los poderes fácticos de la extrema derecha. Uno cree que el portavoz de Pedro Sánchez no ha terminado de entender a qué juega el Partido Popular. Feijóo no se levanta de la silla de negociación porque esté secuestrado por una especie de logia falangista, ni porque sea rehén de la patronal o de Jiménez Losantos o de otros grupos con oscuros intereses que no existen. Feijóo rompe el diálogo con el Gobierno de coalición sencillamente porque se lo dicta su conciencia, porque era lo que tocaba siguiendo el guion filibustero y trumpista trazado por Génova 13. Ya hemos dicho aquí, en esta misma columna que, desde la moción de censura que descabalgó a Mariano Rajoy del poder, el PP se comporta como un partido antisistema, montajista y fake. Esa mala praxis política ya fue desarrollada por Pablo Casado hasta sus últimas consecuencias. El hombre nunca firmó ni pactó nada con el Gobierno, simplemente se limitó a reventarlo todo y a esperar que España se hundiera para llegar a la Moncloa. Como ya se sabe, aquella estrategia le salió mal, o sea, lo del tiro por la culata, y el licenciado máster por Harvard-Aravaca terminó como terminó.
A Feijóo lo llamaron deprisa y corriendo para que ocupara la plaza vacante tras el magnicidio de Casado y, aunque llegó de Galicia rodeado de una buena propaganda de moderado, de centrista y de personaje de buen talante, en el fondo ya se está viendo lo que es: otro trumpista a calzón quitado. A las pruebas nos remitimos.
El presidente del Partido Popular y jefe de la oposición ha estado dándole vueltas a la renovación del Poder Judicial, o como vulgarmente se dice ha estado mareando la perdiz a tope. Feijóo se ha limitado a poner las mismas excusas que esgrimía Casado para no renovar la cúpula de la maltrecha administración de Justicia española. Primero dijeron que no firmarían ningún papel mientras Sánchez no apartara a Pablo Iglesias de la ronda de conversaciones (Unidas Podemos, lógicamente y con todo el derecho del mundo, pretendía colocar algún peón de su cuerda entre los vocales del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Supremo). Con la excusa de que la Justicia podía caer en manos comunistas, el PP ni siquiera se dignó a entablar un mínimo diálogo civilizado como es preceptivo en democracia.
Más tarde, cuando vieron que Iglesias salía por la puerta de atrás de la vicepresidencia del Gobierno, tuvieron que improvisar otras coartadas para justificar el bloqueo. Que si los pactos de Moncloa con los batasunos, que si Europa pedía más democracia en el estamento judicial, que si los contactos coincidían con las elecciones andaluzas… Los gurús y spin doctors del partido terminaron por cavilar una excusa que colara fácilmente, se inventaron aquello de que la Justicia española estaba politizada y siguieron con la matraca de que nuestros magistrados debían ser absolutamente independientes, tal como ocurre en los países de la Europa avanzada. Otra milonga más. Al PP nunca le interesó una Justicia imparcial, entre otras cosas porque eso sería tanto como dejar de tener la sartén por el mango y permitir que jueces progresistas tuvieran vía libre para sentenciar a favor del aborto, a favor de los estafados por las hipotecas y cláusulas abusivas, a favor de dictar condenas más duras contra los violadores de las manadas y en definitiva a favor de investigar hasta el final el camión tráiler lleno de papelamen y sumarios con casos de corrupción que, desde hace años, persigue al Partido Popular. La propuesta de Feijóo para que sean los jueces quienes elijan a sus dirigentes no fue más que un brindis al sol. En realidad, lo que estaba proponiendo era que las asociaciones de magistrados, en su inmensa mayoría conservadoras y de la esfera popular (cuando no ultraderechistas), designaran a sus representantes en el CGPJ. Es decir, el modelo tan europeo y tan independiente de Feijóo consistía en poner a los lobos a cuidar de las gallinas. Así la derecha seguía controlando la Justicia desde detrás.
Tras la dimisión de Lesmes hace unos días, el PP perdió a su hombre de confianza al frente del órgano de gobierno judicial, así que no le quedó otra que sentarse a negociar con Sánchez. O al menos hacer como que negociaba. Los cargos institucionales llevan más de cuatro años caducados, la cosa empezaba a soltar un fuerte hedor a putrefacción y la mentira no podía estirarse más. Pero la imaginación de las gentes carpetovetónicas del partido de la gaviota no tiene límites y siempre da para un nuevo montaje más con el que convencer a la opinión pública de que ellos son los buenos y Sánchez el malo. En los últimos días, hemos asistido a una discreta negociación entre el Gobierno y el Partido Popular con la supuesta finalidad de desbloquear la situación y salir del callejón sin salida en el que la derecha ha metido a la Justicia y por ende al país. Parecía que la cosa iba por buen camino, empezó a sonar una música esperanzadora, las posiciones se iban acercando y el acuerdo se daba por hecho. Incluso se llegó a filtrar que la firma del pacto se haría hoy, una fecha señalada ya que los socialistas celebran el 40 aniversario de la primera victoria del PSOE en democracia. Pero una vez más, el trilero Feijóo nos hizo vivir un espejismo. Con la excusa de que la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, anunciaba en el Parlamento una supuesta reforma del delito de sedición (no fue tal, ella misma lo desmintió en los pasillos del Congreso ante los periodistas), los negociadores de Feijóo se levantaron de la mesa, se ajustaron las corbatas, cogieron sus maletines y con las mismas dieron un portazo haciéndose los ofendidos y despechados. Otro sainete pepero estaba en marcha, otro vodevil al que se sumó Díaz Ayuso poniéndose la medalla de que ella ya había hablado con quien tenía que hablar, o sea con Feijóo, para dejarle claro que nada de convenios con los enemigos de España. Hasta dónde ha podido influir la lideresa castiza en la decisión del jefe es algo que se irá aclarando con el tiempo, como también se verá si en esa casa manda el gallego o la madrileña. De momento, lo único cierto es que nos encontramos ante otro esperpento o montaje popular, ya que mezclar la sedición con el cumplimiento de la Constitución y la renovación del Poder Judicial es tanto como mezclar churras con merinas. Al PP solo le interesa una cosa: el cuanto peor mejor (ya lo dijo Rajoy) y que haya elecciones cuanto antes.
Comments