Ser de ultraderecha es tentador. No se requiere estudiar, ni leer libros, otorga cierto aire de superioridad aspiracional [«aspiracional» es aquella persona que se identifica con lo que puede llegar a ser, sin tener en cuenta si es realista el camino para conseguirlo] y se puede vociferar cualquier barbaridad, en cualquier lugar, en un estrado, incluso en un estudio de TV, sin sentir pudor. Y es más descansado, ya que no requiere cambiar el mundo.
La ultraderecha piensa que son la nación y que el Estado es suyo. No entienden el mundo fuera de sus manos. Cualquier cosa vale si pierden gobiernos -incluso golpes de estado-. La ultraderecha es un ejército de ocupación, pero nosotros, el resto debemos ser la resistencia.
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