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Podemos y Sumar: lo que no te va a contar la progresía mediática

En el partido morado se multiplican las voces que consideran que lo que está intentando Díaz en el fondo es lo mismo que en su día intentó Errejón.

Javier Lezaola LÚH - 15 de noviembre de 2022

Ione Belarra, Yolanda Díaz e Irene Montero | Foto: Dani Gago


“Fue la primera persona que me traicionó”, le decía Xosé Manuel Beiras a ‘La Voz de Galicia’ sobre la actual vicepresidenta y líder de Sumar, Yolanda Díaz, en abril de 2017. “Yolanda Díaz utilizó a En Marea para hacer su carrera en Madrid”, le insistía el exlíder del BNG primero y de Anova después al mismo periódico el pasado mes de septiembre. Esas palabras del histórico político soberanista gallego, un casi nonagenario curtido en la lucha antifranquista, resuenan ahora, cada vez con más fuerza, en la cabeza de no pocos militantes de Podemos.

Al dimitir como vicepresidente del Gobierno de coalición, Pablo Iglesias propuso a Díaz como líder de UP para que siguiera impulsando y haciendo crecer ese espacio –integrado por Podemos, PCE/IU, En Comú Podem, Galicia en Común y Alianza Verde– que tanto había costado no sólo construir sino también hacer llegar al Gobierno, no para que montara otra formación, que es lo que está haciendo con Sumar. Puede que sea libre de hacerlo, pero en Podemos –liderado ahora por Ione Belarra, Irene Montero y Lilith Verstrynge– también son libres de activar el radar.


No es una opinión, sino un hecho, que Podemos es la formación que ha posibilitado la ruptura de la cláusula de exclusión histórica que impedía a eso que llaman “los comunistas” acceder al Gobierno. Por eso –y por su impugnación de pactos de la Transición y de estructuras del régimen del 78–, Podemos en general e Iglesias en particular han sufrido, desde que hicieron colapsar el turnismo bipartidista en las generales de 2015 hasta la fecha, todo tipo de ataques; primero para intentar evitar que accedieran al Gobierno y después para que su peso en él fuera el menor posible.

Otro hecho es que, siendo la formación con más peso político y electoral de UP, Podemos ha sido generosa hasta el extremo con las demás formaciones del espacio. Un ejemplo: de los cinco ministerios de UP, dos fueron para Podemos, otros dos para PCE/IU –uno de ellos, el de Díaz– y el otro para En Comú Podem. Otro: cuando Iglesias salió del Gobierno –en mitad de la inédita campaña de acoso y derribo de la que estaba siendo objeto–, el entonces secretario general de Podemos no cedió su Vicepresidencia ni propuso para liderar el espacio a nadie de su partido sino a la propia Díaz.


Por esas y otras cosas, que Díaz haya decidido poner en marcha otro partido, y que lo esté haciendo mientras muestra más cercanía y conexión no sólo con otras formaciones del espacio de UP sino también con formaciones de fuera del espacio de UP que con la propia Podemos, es algo que no deja de sembrar dudas y desazón en el partido morado, donde prácticamente nadie entiende una actitud como la de Díaz, y eso que en Podemos ya van teniendo experiencia en esas lides u otras parecidas; recuérdense los casos de Manuela Carmena o Íñigo Errejón.

En ese sentido, en Podemos se multiplican las voces que consideran que lo que está intentando Díaz en el fondo es lo mismo que en su día intentó Errejón, cofundador del partido morado y actual presidente de Más país. “Podemos da todo lo mejor que tiene a mucha gente que crece gracias al partido y que, en cuanto coge un poquito de fama, se olvida de dónde viene”, destaca a este diario un exdiputado del partido morado.


Esas voces se quejan de que “todos” los gestos de Díaz están yendo en la dirección de “acabar con Podemos” o al menos “hacer parecer que Podemos ya no tiene un papel en el futuro”, y en esa línea vuelven a establecer paralelismos entre Díaz y Errejón. “Para montar su nuevo partido necesita que militancia de Podemos se vaya con ella; en el fondo, es lo mismo que intentaron otros antes”, añade el exdiputado.

Díaz tiene, desde hace más de tres décadas, carnet del PCE, partido centenario que formó parte de la ponencia constitucional y apoyó la Constitución pero que no logró acceder al Gobierno central hasta después del 15M, la irrupción de Podemos, la construcción de UP y el pacto de la UP de Iglesias con el PSOE de Pedro Sánchez tras cuatro elecciones generales –las de diciembre de 2015, junio de 2016, abril de 2019 y noviembre del mismo año– y una moción de censura –la de junio de 2018– en los cuatro años más frenéticos de un régimen marcado hasta entonces por el turnismo bipartidista.


Por su parte, Podemos nació en 2014 y lo hizo impugnando estructuras de poder que otros jamás habían impugnado más allá de lo folklórico, y de hecho a día de hoy mantiene divergencias políticas con Díaz en cuestiones tan trascendentales como la monarquía borbónica restaurada por el general golpista Francisco Franco, la OTAN y el envío de armamento letal a la guerra de Ucrania o el poder mediático, sus relaciones con las cloacas del Estado y su papel en cuestiones como el ‘lawfare’ contra Podemos y varios de sus dirigentes o cargos públicos o el ascenso de la ultraderecha.

La relación que Díaz mantiene con el PSOE también es más estrecha –“ahora conmemoramos el 40 aniversario de la victoria de Felipe González; podemos coincidir o no con Felipe González, pero él tenía un proyecto de país y eso es lo que tenemos que hacer ahora”, dijo el pasado día 3–, y menos basada en la presión para arrancarle medidas, que la que Podemos mantiene con el socio de gobierno.

Sin embargo, con el bloque de investidura, que posibilitó el primer Gobierno de coalición de ámbito estatal desde la II República y con él el acceso de la propia Díaz al Consejo de Ministros, la cosa cambia, siendo Podemos quien prioriza las alianzas con ese bloque y especialmente con las izquierdas catalana y vasca –alianzas que en las actuales circunstancias constituyen la única condición de posibilidad de procesos de profundización democrática en el Estado español–, mientras que Díaz por ejemplo prefirió sacar adelante la reforma laboral, previamente pactada por los dos sindicatos mayoritarios con la patronal CEOE, con partidos de derechas como Cs y UPN, aunque los dos diputados de la formación navarra se saltaran la disciplina de voto, por lo que la norma tuvo que salir adelante, de carambola, con el voto a favor de un diputado del PP.


No obstante, no sorprende que la prensa progre o progresía mediática, que se dice ahora, esté volviendo a reducir todas estas y otras cuestiones políticas a una especie de lucha de egos a solucionar poco menos que con un abracito, cuando no a una película de buenos y malos sin apenas diferencias políticas y en la que la buena es Díaz, como en su día lo fue Errejón, y, por supuesto, el malo vuelve a ser Podemos.

Hablando de buenos y malos, en esa prensa progre proliferan ahora los polis buenos –más adelante, cuando toque, serán polis malos, siguiendo el recorrido que, de una u otra forma, antes han hecho otros– que ahora piden, al grito de “que viene la ultraderecha”, un abracito como tras las generales de 2015 pidieron, aquella vez al grito de “que viene la derecha”, un Gobierno “de progreso” nada menos que con el Cs de Albert Rivera.

¿Recuerdan aquel manifiesto ‘Por un Gobierno de progreso, por un acuerdo de PSOE, UP y Cs’ que tras aquellas generales de 2015 firmaron Izquierda Abierta –partido, liderado por Gaspar Llamazares, que entonces formaba parte de Izquierda Unida y que se había opuesto frontalmente a la confluencia de IU con Podemos–, el propio Llamazares, Luis García Montero, Baltasar Garzón, Joan Baldoví, Cristina Almeida, Carlos Jiménez Villarejo o Antonio Gutiérrez y que la progresía mediática difundió por tierra, mar y aire para intentar presionar a Iglesias? Yo sí.


Dice Díaz que ella no le debe nada a nadie, pero no es una opinión, sino otro hecho, que al menos su acceso al Consejo de Ministros sí se lo debe a alguien: a quienes soportaron presiones como la de aquel manifiesto y otras mucho mayores. Y, sí, la cercanía y conexión que Díaz está mostrando ahora por ejemplo con Baldoví, uno de los firmantes de aquello, también es mucho mayor que la que está mostrando con las y los dirigentes de un partido tan significativo de su propio espacio como lo es Podemos.

A Podemos algunos llevan intentando matarlo prácticamente desde que nació, precisamente porque el partido morado representa lo contrario de lo que representan Gaspar Llamazares o Antonio Gutiérrez. Llamazares fue el coordinador general de IU desde 2000 hasta 2008 y ahora es uno de los favoritos de Antonio García Ferreras, el protagonista del ‘FerrerasGate’, al jactarse de haber ido “con ello” a pesar de saberlo “demasiado burdo”, de dar “hostias” que hacen sufrir de “cojones” y hasta de haber ‘matado’ a Juan Carlos Monedero. Por su parte, Antonio Gutiérrez fue el secretario general de CCOO desde 1987 hasta 2000 y tras dejar la Secretaría General del sindicato acabó siendo diputado del PSOE en el Congreso. El ex secretario general del PCE y ex coordinador general de IU Julio Anguita conocía bien a ambos firmantes de aquel manifiesto, entre otras cosas porque en su día ambos tuvieron carnet del PCE.

A Podemos algunos llevan intentando matarlo prácticamente desde que nació, pero nunca lo han logrado. Y, a la vista de los datos del último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas, no van a tener fácil lograrlo. “Así retrata el CIS a la izquierda del PSOE: el 41% de los votantes se declara de Podemos, el 34% de UP, el 17% de Sumar y el 6% de IU”, titulaba el diario ‘20minutos’ un artículo publicado el pasado jueves en el que destacaba que los microdatos de los últimos barómetros “reflejan que la marca morada es, consistentemente mes a mes, la que mayor penetración tiene entre el electorado de las fuerzas estatales a la izquierda del PSOE”. De hecho, ese último barómetro del CIS refleja que, desde el pasado julio hasta el pasado octubre, Sumar ha bajado desde el 24,7% hasta el 16,8% e IU lo ha hecho desde el 10,8% hasta el 6,3%, mientras que Podemos ha subido desde el 34,4% hasta el 41,1%.

“Los muertos que vos matáis gozan de buena salud” es una frase atribuida –falsamente, según dicen algunos– a Don Juan Tenorio y rescatada por Monedero, unos días antes de la publicación de ese artículo, en el madrileño Teatro Coliseum para dedicársela a Ferreras y compañía. Posteriormente, ese último barómetro del CIS puso aún más nervioso a más de uno, al evidenciar que los malos de una serie de género fantástico, convenientemente guionizada en las Redacciones de ciertos diarios impresos y digitales sedicentemente progresistas, siguen vivos y coleando. Sigue siendo una incógnita si habrá o no habrá abrazo, pero si lo hay –y para disgusto de unos cuantos–, seguramente no será el del oso.


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