Un clima "guerracivilista" en un país gobernado por la "mafia": el PP traspasa todos los límites en busca de polarización y desafección
- La Crónica de Almería
- 31 may
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El Partido Popular eleva el tono y llama a poner fin al Gobierno de Pedro Sánchez, al que tacha de criminal, mafioso y corrupto. ¿Qué consecuencias tiene en la política que el principal partido de la oposición hable así del presidente?

"La exageración en política ha generado un tipo de discurso en el que se denuncian golpes de Estado, hay dictaduras inadvertidas por todas partes, se alerta de una confrontación civil inminente o nos enteramos de que hay terroristas decidiendo nuestro destino colectivo". Estas palabras, firmadas por el filósofo Daniel Innerarity en un artículo titulado La hipérbole política, enunciaban como una premonición los discursos que ahora son habituales en la derecha española.
"Mafia o democracia", "organización criminal", "bandos nítidos como no se veía desde la época preguerracivilista", "momento crítico" y una España "en manos de los bajos fondos". El Partido Popular se ha inclinado por agravar sus adjetivos y enaltecer un discurso belicoso y agresivo contra el Gobierno de coalición liderado por Pedro Sánchez. Toda palabra se queda corta ante sus intentos de denunciar al Ejecutivo tras una serie de filtraciones desde el corazón de una Unidad Central Operativa (UCO) en guerra. Los populares no han necesitado evidencias sólidas y se bastan de declaraciones de personas sin relación probada con el Gobierno para agitar las calles con una nueva manifestación en Madrid el 8 de junio ante, lo que ellos ven (o quieren ver), como un Ejecutivo manchado de corrupción. Esta marcha será la sexta concentración desde que Feijóo no pudo gobernar y quedó como líder de la oposición. Desde el 26 de mayo de 2024, cuando el PP intentó movilizar a sus bases para acudir a la Puerta Alcalá, no intentaban un movimiento del estilo.
El Partido Popular ha hecho suyo el tono habitual de Vox y ver al líder de la oposición, sustentado por ocho millones de votos, acusar al presidente electo sin que por medio haya pruebas de corruptelas o actitudes dictatoriales, hace inevitable un proceso de reflexión. ¿A quién beneficia este mensaje? ¿A dónde lleva este tono? Para ello, Público ha contactado con politólogos y expertos en la materia para analizar las palabras de la derecha española.
Para Júlia Miralles, profesora de Ciencias Políticas en la Universidad Pompeu Fabra (UPF), la actitud del Partido Popular, inmerso también en pugnas por asentar sus bases ideológicas en un inminente Congreso Nacional, es "preocupante" por lo que genera a su alrededor. No es lo mismo que partidos "periféricos" como Vox abracen el populismo a que lo haga el PP, que forma parte de una de las dos grandes familias de la política europea. "Esta crítica y desprecio a las instituciones genera desafección y pone en peligro el sistema porque acaba menoscabando la confianza ciudadana", asegura la politóloga.
"El hedor que produce esta situación es absolutamente insoportable", valoraba José María Aznar en un acto de FAES este jueves; "Este país no tiene gobierno, tiene un capo con un equipo de gánster aferrándose al poder", apuntaba Miguel Tellado, portavoz del Partido Popular en el Congreso de los Diputados; "las prácticas mafiosas tienen que ser expulsadas de la vida política española", consideraba Feijóo sobre Pedro Sánchez; "España vive el momento de mayor deterioro institucional de su historia por decisión del presidente", abrochaba Ayuso.
Algo se rompió hace años en la política y la transformación de los discursos es buena prueba de ello. "Desde la Transición, en España teníamos la teoría de que el votante medio tiende al centro, por eso había una competición por las posiciones moderadas y esto definía al PP y al PSOE, pero esto ha cambiado", explica Miralles. La concatenación de crisis económicas, las nuevas tecnologías y el cambio de paradigma internacional encaminan los discursos hacia la polarización, de la que hay que responsabilizar "a los grandes partidos por fomentarla". Y en eso, Alberto Núñez Feijóo tiene gran parte de culpa: "No hay una excusa, es una decisión deliberada por parte de Feijóo, impulsada por una crítica interna que le pide ser más contundente y competir con la ultraderecha. Actualmente, el discurso más polarizador es también el más exitoso", sostiene la profesora. Lejos quedan los democristianos italianos que se abrían a pactos con los comunistas.
Una constatación de la derechización del panorama político fue la facilidad con la que Manfred Weber se alzó con la presidencia del Partido Popular Europeo en su último congreso. Sin oposición y sin candidatos alternativos, la rama más dura de la formación, dispuesta a pactar sin miramientos con la ultraderecha, salió victoriosa sin voces alternativas. En España se ha perdido, según el último CIS, el votante que transita entre PP y PSOE y sacar un voto del bloque contrario es cada vez más complicado.

Polarización a la desesperada
Pero la polarización forzada que buscan Feijóo, Ayuso, Aznar y compañía también es fruto de su desesperación. Pedro Sánchez cumple ya siete años en Moncloa y las encuestas, aunque favorables a la derecha, tampoco garantizan su victoria. No sería la primera vez que los sondeos fallan en sus predicciones.
Jorge Moruno, diputado de Más Madrid actualmente, pero siempre tras el telón en los discursos y argumentarios de los líderes de ese espacio político, identifica nerviosismo dentro del PP: "Existe una relación inversamente proporcional entre el tono que usa el PP y su desesperación porque no consigue alcanzar el poder. Cuanto más se desespera, más trata de generar un clima para dar a entender que vivimos en un país quebrado y en bancarrota", explica el diputado.
En este sentido, la estrategia de Feijóo estaría clara: "El objetivo no es tanto ganar votos con esta estrategia como provocar que una parte de los votantes de la izquierda no acudan a votar, por desánimo o desafección", arguye. La apatía, uno de los grandes problemas entre el votante de la izquierda, es el arma con el que juega la derecha.
El bucle infinito del PP
Obviamente, la estrategia del Partido Popular no pasa solo por sus declaraciones estéticas. Esta semana actuó contra los intentos de convertir el catalán, el gallego y el euskera en lenguas cooficiales de la Unión Europea y le valió para que PNV y Junts se distanciaran —aún más— de los populares, que cada vez hacen más evidente que su única posibilidad de gobernar España pasa por alianzas con Vox. "El PP vive encerrado en un cepo: entre pretender ofrecer una apariencia de partido de Estado y competir con Vox por su flanco derecho. A eso se le suma que, asumiendo que no podrán obtener mayoría absoluta en ningún supuesto, su hoja de ruta pasa por mantener un equilibrio complicado: entre intentar comerle electorado a Vox e intentar reconstruir puentes con la derecha catalana o vasca", concluye al respecto Jorge Moruno.
Pero ese entendimiento en lo teórico, aunque sea para restar votos al rival, termina por generar vínculos prácticos. El PP ya ha pactado con Vox en muchos parlamentos autonómicos y si los números dan, todo indica que se darán la mano para llegar a la presidencia del Gobierno de España. Júlia Miralles incide en ese problema derivado: "Pactar con la extrema derecha es impulsar políticas concretas: el desmantelamiento de las agencias corrupción en Baleares o la extinción de políticas de memoria democrática son la prueba de que no es solo un discurso, es un proyecto para reducir las garantías democráticas".
En cualquier caso, parece que la hipérbole política se ha instaurado en el Partido Popular y pretende quedarse hasta que logren alcanzar la Moncloa. Los mensajes alarmistas, las llamadas a la reacción y la divulgación de noticias tan indignantes como falsas son ya una rutina en las agendas políticas y por eso Daniel Innerarity concluía su citado artículo con el objetivo a desarrollar entre los votantes: "Si en otras épocas el mejor ejercicio de ciudadanía madura y responsable era el compromiso o la movilización, hoy deberíamos aspirar a ser ese ciudadano escéptico que deconstruye los discursos con los que tratan de movilizarle".
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