En el primer pulso del año electoral
El presidente mostró en el Congreso cuáles serán los ejes de su discurso: una receta cuya estela sigue toda Europa y la ironía con la que afronta el tremendismo ultra
ADRIÁN LARDIEZ - El Plural - Martes, 31 de enero de 2023
Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo en uno de sus cara a cara en el Senado. EP.
Este martes 31 de enero tiempo ha que Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo lo tienen agendado. Presidente del Gobierno y líder de la oposición se medirán en el Senado en el primer guanteo del año electoral. Desde que aterrizara en la cúpula de Génova, el dirigente popular se supo en desventaja por no poder confrontar con el jefe del Ejecutivo en el Congreso y optó por acomodarse en la Cámara Alta. Varias son las veces que ambos se han enfrentado en ese ring y en ninguna de ellas Feijóo ha logrado destacar. Bien por el uso abusivo del tiempo ilimitado que hace Sánchez en sus comparecencias o por sus argumentos sólidos salpimentados con afiladas críticas revestidas de socarronería, el socialista siempre se alza victorioso. Pero el historial ya no importa. Año nuevo, nuevo pulso. Este sí, mucho más determinante.
Sánchez llega envalentonado y más rodado. El pasado martes 24 de enero abrió el curso parlamentario con una comparecencia ante el pleno minutos después de que convalidase el último paquete de medidas anticrisis del Gobierno. Se gustó, por lo que es de prever que su intervención pivote en torno a los mismos ejes, máxime cuando acude por un asunto semejante: para informar de las medidas adoptadas por el Ejecutivo para hacer frente a las consecuencias económicas y sociales de la guerra de Ucrania. En su intervención ante la Cámara Baja comenzó admitiendo que aún existen poderosos riesgos que impactan en la vida de la ciudadanía, pero ante tales desafíos, Moncloa ha desplegado un escudo social que además de amparar a los más vulnerables ha resultado eficaz. “No elegimos las crisis, pero sí como las afrontamos”, apuntó ante sus señorías, para acto seguido, recordar que su receta ha sido elogiada hasta en Davos y toda Europa sigue su estela.
Los 45.000 millones de euros desplegados por Moncloa para “proteger a la mayoría social” aliviaron las facturas y contuvieron la galopante inflación. Recordó a las bancadas de las derechas que, a pesar de sus sombríos augurios, España atesora la inflación más baja de la Unión Europea con un 5,6%, tres puntos menos que la media. “Me preguntaban [en Davos] por la receta del éxito económico español y si creía que podía servir de ejemplo para otros países. Hubo un tiempo en que España no frecuentaba este tipo de encuentros para evitar el mal trago de representar a un país con una economía que se percibía como un problema permanente. Hoy, España es una economía de confianza”. Sánchez desbarató de un plumazo lo que otrora era el principal puntal de Feijóo: la economía.
Sánchez también exhibió el músculo internacional que le otorga liderar la transición energética europea. Junto a Portugal, trabajó por articular el denominado mecanismo ibérico, tildado por el PP como “timo ibérico” y hoy considerado por las principales potencias de Europa la solución a la inflación del mercado energético. Asimismo, recordó la victoria nacional que supone la compra centralizada de gas y su último logro: el corredor de hidrógeno verde H2MEd, de interconexión Barcelona-Marsella. Hasta Alemania se ha querido sumar.
Ridiculizando a la extrema derecha
Poderosas eran las armas que tenía Sánchez para la batalla en el Congreso e hizo un buen uso de ellas, pero además, tuvo tiempo para obsequiar a los más cafeteros con varios dardos irónicos que hicieron las delicias del respetable. Sus referencias a la manifestación de Cibeles respaldada por PP, Vox y Ciudadanos en la que se vieron banderas pre constitucionales dejaron buenos highlights. “Yo sé, señora Gamarra, que lo que le digo le entra un oído y le sale por el otro porque de lo que estamos hablando es de un plan oculto del malvado Sánchez”, ironizó, preguntándose si “se cree de verdad que en España está en marcha, y leo, un plan de mutación constitucional que se mantiene oculto a los ojos de la ciudadanía tal y como se proclamó en la concentración de Cibeles del sábado pasado. ¿De verdad piensa que España va camino de una dictadura? Un plan oculto… Se lo digo con todo el respeto que le tengo. Eso no se lo cree ni usted”.
Tras asestar tamaño crochet a Cuca Gamarra, se dirigió a Santiago Abascal para reprocharle que, si realmente creía que España se encaminaba hacia el “colectivismo bolivariano” y que había en marcha un “alto golpe de Estado”, desconoce los motivos por los que aún no había presentado la moción de censura que anunció a principios de diciembre. “Llevamos 45 días y siguen sin presentar la moción. Al principio lo atribuí [el retraso] a que había que buscar un candidato o candidata. Luego que se debía a las navidades, como le pasó en verano. Las comidas, las cenas… Hace medio mes que se apagaron las luces de Navidad hasta en Vigo. Ya no queda turrón. Por favor, si me permite un consejo, espabile, que se le echa el tiempo encima. Pronto llega la Semana Santa”, bromeó.
Un Feijóo desarmado y a la deriva
El líder del PP habrá de afrontar los argumentos económicos, los halagos de Europa y la fina ironía de Sánchez. ¿Cómo? Gran pregunta, pues el gallego perdió su principal ariete: la economía. En sus últimas intervenciones, ha titubeado, mentando varias cuestiones, pero sin ser lo suficientemente profundo y claro. La reforma de la ley del solo sí es sí para evitar la sangría de rebajas de penas a agresores sexuales, su propuesta sobre que gobierne la lista más votada e incluso una deleznable defensa del cristianismo aprovechando el ataque terrorista en Algeciras son algunos de los titulares que ha logrado colocar. Ninguno de ellos tiene la corpulencia suficiente. Además, Feijóo afronta la contienda con el reglamentario hándicap de tener el tiempo tasado mientras que el otro púgil, Sánchez, tiene tiempo ilimitado. ¿Qué argumentos esgrimirá Feijóo? A su portavoz parlamentaria, Gamarra, no le fue muy bien cobijándose en la ley del solo sí es sí y evitando el debate económico y energético.
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